Rugidos en la ruta de la solidaridad

Un instante de la marcha solidaria

A pesar de ser domingo, no le importó levantarse a las siete de la mañana para acudir a su cita. Desayunó con calma, se puso su cazadora en pleno julio, algo que no le vino nada mal para ir a La Laguna, y arrancó su moto. Agustín Alayón, de Puerto de la Cruz, llegó a la Plaza del Cristo antes de las 10:00, pues esa era la hora fijada para que los motores empezaran a rugir solidaridad. Al llegar al punto de encuentro, allí estaban sus amigos junto a más de 200 personas unidas por un mismo motivo: ayudar a Cruz Roja a recaudar fondos para atender a las familias más necesitadas.

Esta es la tercera edición de este tipo que la organización sin ánimo de lucro celebra en el municipio y parece que cada año se supera. Si el paseo que tuvo lugar el pasado ejercicio congregó a un centenar de motos, la afluencia casi se duplicó en esta ocasión, y eso que el tiempo no acompañaba, al menos, en Aguere. Según explicó ayer Rubén González, el referente de Cruz Roja en La Laguna, unas 300 personas repartidas en 190 de estos vehículos realizaron el recorrido de ayer.

Escoltados por dos ambulancias y un furgón con sus desayunos, los amantes de las dos ruedas partieron pasadas las 10:00 de la Plaza del Cristo con destino a Tegueste y posteriormente a El Rosario con el objetivo de disfrutar de una jornada entre amigos y nuevos conocidos. Pagaron 10 euros para ello, pero también para contribuir con la labor social que realiza la ONG. Antes de que salieran y mientras el resto de voluntarios atendían a los últimos en llegar, Rubén especificó que el dinero recaudado, en total unos 3.000 euros, se utilizará para dar meriendas a niños en riesgo de exclusión, repartir paquetes higiénicos a las familias con menos recursos y comprar material escolar. A cambio, los moteros disfrutarían de desayuno, un almuerzo hecho por Cruz Roja y conseguirían rifas, además de recibir un boleto del Sorteo de Oro como regalo y de pasar un buen rato en compañía.

Desiré Román, de Santa Cruz, no se ha perdido ni una de estas citas de Cruz Roja y lleva ocho años metida en el mundo de las dos ruedas. Pertenece junto a su marido al grupo Motores de Tenerife, de unas 100 personas que son "como su familia", y parece ser que su hijo también va por el mismo camino. A Héctor Marrero, de tan solo tres años y medio, se le veía inmensamente feliz mientras daba vueltas con su diminuta moto roja por la plaza. Y es que lo lleva en las venas. "Iba embarazada a las rutas y lo primero que hizo su padre cuando lo sacamos de La Residencia (el hospital Nuestra Señora de la Candelaria) fue subirlo con el maxicosi en su moto", dijo entre risas Desiré.

Para ella, este hobby significa mucho, pues afirmó que cuando se sube a una de esas dos ruedas no solo ves los "paisajes diferentes", sino que va acompañado de reuniones entre amigos con los que "pasas un buen rato", explicó mientras uno de los asistentes la saludaba con dos besos. "¿Ves, a esto me refiero?, agregó a modo de ejemplo.

Junto a ella estaba su amiga Alicia González, también de la capital chicharrera. Desde hace siete años, uno de sus mayores placeres es viajar con su padre en moto, que fue quien la compró y el que la introdujo en este mundo lleno de "amistad y compañerismo".

Francisco Luis Martín parecía un auténtico motero de las películas estadounidenses por la ruta 66. Llevaba su chaleco de cuero y una camiseta con una gran águila que dejaba bien claro cuál era su grupo, los Aguiluchos del Valle, de Güímar. Este era la segunda vez que participaba en el paseo organizado por Cruz Roja, aunque lleva tres practicando esta afición junto a su mujer. "Nos animó un compañero y me entró el gusanillo", porque ya tenía moto "pero íbamos solos". Ahora, ambos disfrutan de su Honda Cero rodeados de esa segunda familia.

Juan Barbosa, de 66 años, y Bernardo Torres, de 48, también llevaban sus águilas bordadas, pero ellos en un chaleco blanco símbolo de los Ángeles Verdes. Según explicó el primero, "siempre que hay un evento solidario" van, ya sea como miembros de este grupo o de forma personal. ¿Y cuánto tiempo llevan ellos dentro de esta vida? Pues Juan ni más ni menos que desde 1967, año en el que tuvo su primer vehículo de este tipo y "antes hasta de que yo naciera", puntualizó su amigo entre risas. ¿Y qué sienten al hacerlas rugir por la solidaridad? Juan y Bernardo no titubearon: "Satisfacción personal por colaborar con los demás de forma altruista, aparte del compañerismo" que se respira en este tipo de encuentros.

Daly García hacía por primera vez en este recorrido junto a su marido y una vez más fueron las "amistades" las que la animaron a colaborar. En su caso, la chicharrera lleva "más de 20 años en moto". Lo mismo que Yai Díaz, que lleva con su marido más de 15 años con los Amigos del Lado Oscuro, compuesto por unas 66 personas, de las cuales muchas acudieron a la cita de ayer con Cruz Roja luciendo sus camisetas negras con la imagen, como no, de Darth Vader. Este matrimonio de Candelaria, junto a su hijo también motero, acudieron una vez más a la convocatoria de la organización porque "siempre que está" la ONG allí están ellos. De hecho, "ayer (por el sábado) también doné sangre", dijo Carlos Reverón como muestra de su implicación social.

Carlos descubrió este hobby a los 44 años y ahora tiene 60, "así que imagínate, toda la vida" subido sobre las dos ruedas. ¿Pero y quién lo metió a él en este mundo?" Pues "fui yo", contestó su mujer con una gran sonrisa y con satisfacción.

El tiempo parecía que iba a mermar el éxito de la jornada porque solo faltaban 15 minutos para alcanzar la hora de la salida y la realidad es que en la Plaza del Cristo no había una gran aglomeración. Poco a poco, cuanto más se aproximaba la hora más personas aparcaban en el punto de encuentro pese a la amenaza de lluvia con sus motos Honda de flecos de cuero, algunas BMW e incluso con sus pequeñas Vespas.

Justo cuando las gotas pasaron de amenaza a realidad, sobre las 10:30, los rugidos de solidaridad comenzaron acompañados por las pitas de aviso para la partida. Los centenares de vehículos salieron de La Laguna en medio de la mirada de algún que otro curioso, pero también de la del pequeño Héctor, que les ofrecía una amplia sonrisa mientras les decía adiós con su mano.

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